Este elemento utilizado por el
ejército peruano, tiene sus inicios desde los albores de la guerra, desde 1879
en adelante. Si se tiene en cuenta que el transporte de munición en combate era
una tarea primordial para las tropas, la utilización de cinturones de balas o
bolsas era común en los ejércitos aliados desde los inicios del conflicto,
predecesores del chileno en combate, quienes recién los utilizarán en la
campaña de Lima.
Al 1° Ejército del Sur del general Buendía
en 1879, acantonado aún en Iquique en noviembre de 1879, indica el autor
Roberto Querejazu Calvo, recién se les “…repartió
un poco de lona, para que los propios soldados se cosieran cananas…”.
Vista superior de la misma canana de tela, donde se aprecia la
distribución
de la munición y cajas de balas en sus bolsillos (colección
privada).
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Es de notar que estas cananas de
balas, se distinguen de las chilenas, por llevar sólo seis bolsillos para las
cajas de munición de 10 tiros, lo que nos da un total de 60 tiros por soldado
(estándar utilizado por el Perú en su ejército). Su diseño, de hechura
artesanal, ya que todo soldado se cosía su propia canana o cinturón de balas a
falta de cartucheras de cuero acharolado, poseía un sistema de enganche en la
espalda a través de una hebilla de acero; su pérdida o falta era compensada en
una amarra de los dos extremos. Mayor munición o adicional se les entregaba
cuando entraban en combate. Característico de estos bolsillos, por la falta de
tapas que eviten que la caja de munición abandone su posición, es una costura
de cierre de cáñamo, que obstaculizaba este movimiento y aseguraba la caja,
fácil de cortar.
Terminada la campaña de Tarapacá, y
durante la campaña de Tacna y Arica, no se tiene conocimiento del uso de porta
capsulas tipo cinturón de balas. Pero si hay indicaciones del uso de bolsas de
munición llamadas “talegas”.
Sargento 1° del batallón “Zepita” N°2 en la campaña del sur
(departamento de Tarapacá). Se aprecia como se portaba la canana
de tela en la cintura (ilustración de Patricio Greve y Claudio Fernández).
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Durante la campaña de Lima, tenemos
una indicación en el tomo IV del autor Pascual Ahumada, en enero de 1881, quien
nos refiere sobre el ejército peruano de defensa: “...que viendo que el contratista de las porta-cápsulas no hacía
proporcionadas entregas, se facilitó al soldado el material suficiente para que
las hicieran en el campamento...”. Además, el observador de la marina
inglesa, teniente Reginald Carey Brenton nos aclara que: “...cada hombre cargaba munición para 100 tiros…”.
Para la batalla de Miraflores, el 15
de enero de 1881, el historiador Benjamín Vicuña Mackenna nos indica sobre el
Ejercito de la Reserva de Lima que: “...la
mayor parte de los cuerpos peruanos, según se observó más tarde, no tenían sus
municiones en sus cananas y morrales...”.
No se descarta el uso de las mantas
como porta munición, a pesar de tener claro que dicho elemento no aseguraba la
pérdida segura de munición en combate, por el continuo movimiento del soldado.
Así lo indica Pascual Ahumada en su tomo V: “…todos
hacían sus preparativos para la marcha, la manta repleta de cartuchos, a la
cintura...”.
Durante la campaña de la Breña, es más
probable el uso de los bolsos para la munición durante el combate que
cinturones de bala propiamente, ya que la munición de combate se distribuía
sólo antes de entrar en combate.
PATRICIO GREVE MÖLLER
Investigador Histórico Militar